Programa presidencial pro-crecimiento: ¿hace una diferencia?
MAURICIO VILLENA Decano Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales
- T+
- T-
Mauricio Villena
Lamentablemente, los temas de corto plazo se han tomado la agenda económica del país, tanto por las urgencias provocadas por la pandemia como por el ciclo político, con importantes elecciones consecutivas realizadas y otras ad portas. En los debates presidenciales ha estado ausente un tema clave: el crecimiento económico. Cabe preguntarse, ¿hace la diferencia para la población que un programa sea pro-crecimiento y otro no?
El crecimiento económico es el único medio para que los países mejoren la calidad de vida de las personas de manera sostenible en el tiempo. Proporciona a los Estados los recursos necesarios para entregar bienes y servicios que sus ciudadanos necesitan, como salud, educación, protección social y servicios públicos básicos. También crea riqueza, parte de la cual va directamente a los trabajadores y otra a los empresarios. A medida que las personas obtienen mayores ingresos por su trabajo, pueden salir de la pobreza y mejorar su calidad de vida.
Diferencias aparentemente leves en las tasas de crecimiento anual pueden tener un fuerte impacto sobre el ingreso per cápita a la larga. Con un crecimiento per cápita de 1% anual, toma 70 años duplicar el ingreso promedio de las personas; pero si es de 3% por año, un país tendrá que esperar sólo 23 años para duplicar su ingreso per cápita; y con 7% anual, lo duplica en menos de una década.
Si bien el crecimiento económico debe considerarse un medio y no un fin, las y los candidatos presidenciales deberían tener propuestas para un mayor crecimiento potencial de la economía.
Por ejemplo, una gran preocupación en Chile es la baja inversión y el bajo crecimiento de la productividad que, aunque ciertamente están afectadas por la pandemia, también tienen que ver con temas estructurales que afectan el mediano plazo. En particular, las definiciones que estamos tomando en el orden institucional, económico y social –que pueden tener consecuencias en el respeto a la propiedad privada, a los contratos nacionales e internacionales y tratados de libre comercio, por ejemplo– crean incertidumbre que naturalmente afecta a la inversión, especialmente a los proyectos de largo plazo.
Desde Robert Solow (1956) se reconocen como principales factores de crecimiento económico para un país al capital físico, el trabajo y la productividad total de factores; la tasa de crecimiento per cápita a largo plazo está determinada únicamente por cambios exógenos en la tecnología. Aunque por grandes períodos de tiempo Chile ha crecido más por transpiración (acumulación de factores) que por inspiración (aumentos en la productividad), mejorar la productividad es clave.
Como señala Paul Krugman (1994) en "The Age of Diminished Expectations": "La productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo. Que un país pueda mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo depende casi por completo de su capacidad de elevar el producto por trabajador". Es inexplicable que este tema de futuro esté ausente en el debate presidencial.
Liderar un país requiere mirar al largo plazo, más allá de las ofertas electorales del momento.